La Historia de L'Ametlla de Mar

La Historia de L'Ametlla de Mar

La Historia de L'Ametlla de Mar

A L'Ametlla de Mar también la llaman La Cala. Sus habitantes no son “ametllencs” sino caleros. La primitiva Cala de la Ametlla y, más al nordeste, la Cala de Sant Jordi han sido los refugios de la costa más adecuados para navegantes y pescadores y, junto con la masada de Pons, apoyada en la montaña, y la playa de la Almadrava, al límite norte del término municipal, han sido los pequeños núcleos habitados más importantes antes del siglo XX. A Sant Jordi, sin hacer mención del mundo romano y prerromano, hay restos del castillo del siglo XIII, sede de la Orden de San Jorge de Alfama, la única orden estrictamente catalana de la historia, y el edificio restaurado de otro castillo construido a caballo de los siglos XVII y XVIII. En la punta de la Cala de la Ametlla se erigía, próxima al mar, una torre artillada, restaurada en el siglo XVI y destruida por los ingleses durante la Guerra del Francés, junto con otra torre al interior de la Cala, hoy desaparecidas. En relación a núcleos originarios de población, todo es incierto documentalmente hasta que no se llega al último cuarto del siglo XVIII. Es a consecuencia del impulso de población de Carlos III que surge el pueblo moderno como un núcleo pescador adscrito al municipio del Perelló (del que se separó la víspera de Navidad de 1891), coincidiendo con la llegada y progresivo establecimiento de grupos de pescadores valencianos. Durante el siglo XIX, sobre todo entrada la segunda mitad, se consolida y crece significativamente la población, que confluye al pueblo desde los municipios vecinos (la Ametlla empieza el siglo XX con unos 2.500 habitantes, la mitad aproximada de la población actual). También reciben un fuerte impulso la actividad pesquera y la agrícola y comercial subsidiarias, potenciadas por el proceso desamortizador y la construcción de la vía del ferrocarril (1860-1870). Los primeros años del siglo XX son de relativa prosperidad hasta que la crisis de los años treinta castiga el pueblo y genera movimientos migratorios importantes que lo debilitan, de los cuales sobresale la emigración a Palamós que se concentra en los años de la posguerra civil y se alarga hasta la década de los sesenta, en que las corrientes incipientes de inmigrantes y turistas transforman la fisonomía demográfica, productiva y cultural de la población. Actualmente el peso relativo de la actividad pesquera ha bajado mucho, pero todavía perdura, en la turística Ametlla de Mar, la esencia pescadora y marinera.

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